viernes, 8 de abril de 2011

Ser militante

Por Bruno Del Piero - JP Compañeros

La reflexión que quiero plantear me excede. Su complejidad precisa de un análisis extenso, de conjunto.
Hoy en día surge una pregunta que no debe quedar fuera de discusión, por más obvia que aparente ser: ¿Es necesaria la militancia en esta actualidad?
Seguramente todos coincidamos en una rotunda afirmación. Aun así, es sumamente necesario cuestionársela constantemente para no caer en una inercia carente de sentido. Militamos porque hay un proyecto que viene a plantear todas las cuestiones aún irresueltas en la Argentina, que retoma la lucha de todos aquellos que creyeron y dieron la vida por una patria soberana, basada en la justicia social y en una independencia económica; porque creemos que mediante la militancia estamos reviviendo una participación olvidada a causa de una sistemática desvalorización de lo cultural en general y de la política en particular, cuyo único objetivo fue pisotear al pueblo impunemente, y porque creemos que mediante nuestra participación vamos a lograr el triunfo tan postergado de los olvidados.
Pero, inmediatamente, surge el interrogante de cómo debe ser esa militancia. Debe ser encarada desde una constante actividad reflexiva y participativa por el medio de la cual pensemos la efectividad de nuestras actividades, si vamos por el camino correcto y, en definitiva, si esto que hacemos es verdaderamente militancia.
Cuestiones ineludibles para una generación que comienza a adoptar un rol protagónico. Una juventud que debe encontrar su lugar en un espacio que no estaba preparado para este aluvión y que, en muchos casos, se siente sobrepasado e impotente. Por eso esta necesidad de reflexionar. Para darnos nosotros mismos nuestra identidad. Asumir el rol de verdaderos sujetos históricos. No meros observadores que se acercan para ver el fenómeno desde cierta cercanía, que buscan una tranquilidad de conciencia, decirse a si mismos “estoy presente”. Debemos tomar las riendas de nuestro destino. Hay una calle que ganar, un territorio sobre el cual trabajar. Es la hora de la militancia, es nuestra hora, y debemos actuar en consecuencia si queremos que nuestra acción tenga un objeto.
 No pretendo plantear la tentadora utopía de que nuestro espacio puede lograr esto por su cuenta. Debe ser una actitud generalizada, de toda la militancia en este presente que, tras un prometedor florecimiento, se acerca a una etapa decisiva, su prueba de fuego, en la cual puede marchitarse o afianzarse y seguir creciendo tanto cuantitativa como cualitativamente. Debemos ser concientes de que la única forma de sostener y profundizar este modelo es con una militancia masiva y efectiva, desde un espacio en el cual todo compañero que se acerque se integre a un grupo que tenga un accionar claro, donde todos tengan una participación ecuánime. La militancia no se aprende contemplándola ni estudiándola. La militancia se vive, se hace, se piensa a sí misma. Es, ante todo, un compromiso con la realidad.
Tenemos que descifrar la dimensión del impacto producido por los 30.000 compañeros desaparecidos.  Veinte  años de olvido (1983-2003) se sucedieron en una democracia heredera del no te metás y de la miseria producida por un modelo económico que fue llevado a su extremo más aberrante durante la década del 90. Las consecuencias: una sociedad sumamente individualista, donde el único compromiso cívico era ir a votar, donde la política estaba vista como la actividad de unos pocos corruptos e inescrupulosos que parecían surgir de la nada para aprovecharse del buen y respetuoso ciudadano argentino y, por sobre todo, un país que se creía sin futuro, una sociedad que parecía perdida. 

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