miércoles, 23 de marzo de 2011

Una memoria en permanente construcción



Por Bruno Del Piero - JP Compañeros 

Al intentar escribir algo coherente sobre este periodo nefasto solo logro llegar a conclusiones inconclusas, llenas de tristeza e incertidumbre. Fragmentos, reflexiones no demasiado profundas, casi siempre más interrogantes que respuestas. Tratar de hacer un relato lineal, abarcativo, me resulta imposible. Cada hecho encierra un entramado indescifrable. Lo mejor será tocar distintos temas, sin ningún orden, sin ninguna prioridad; simplemente como se encuentran en mi cabeza.

¿Qué puede llevar a los hombres a tan extrema crueldad, aberración, maldad? (no existe palabra apropiada para describir los hechos cometidos durante la dictadura militar argentina. Genocidio es, tal vez, la más acertada). Los instintos más repugnantes y las perversiones más indescriptibles salieron de aquellos que ejecutaron (también de quienes planearon) la matanza y la tortura sistematizada de militantes, sindicalistas y hasta de pibes que no realizaban ninguna acción política. Deberíamos preguntarnos si algo de eso queda todavía en lo profundo- y no tan profundo- de muchos de los que van por la vida diciendo ser “buenos y respetables ciudadanos”.

Desaparecidos. Aquellos de los que nadie supo. Aquellos que nadie enterró. Aquellos que se fueron y parecieron llevarse con ellos una época. La verdadera política, la lucha que ellos esgrimieron, también pareció haber desaparecido tras el golpe. Mucho hemos tardado en juzgar definitivamente a los culpables. Mucho hemos tardado en volver a reencontrarnos con esa lucha inconclusa, en volver a levantar esas eternas banderas. Nunca más. Se lo debemos a ellos.

30.000. Número poderoso pero frío, como todos los números. Ante semejante cifra uno no toma verdadera conciencia de lo que pasó, se pierde la humanidad. Estamos acostumbrados a escuchar que mueren miles de personas en una catástrofe, tantas otras anualmente por determinada enfermedad, millones en distintas guerras y, tal vez como una forma de defendernos y de poder continuar con nuestras vidas, lo reducimos a cifras, como si se tratara de un gasto, de una variable económica. Detrás de cada uno de esos 30.000 hay una historia, una familia, una lucha. La primera vez que vi todos los nombres en un largo muro me di cuenta de la inmensidad detrás de un número de 5 cifras. Recorriendo lentamente cada año, viendo la edad que figura a un costado de cada inscripción, es ahí donde uno toma verdadera conciencia, donde uno entra en contacto con aquel pasado.

No debemos olvidar. No hay que dejarse engañar por aquellos que piden la impunidad para los asesinos en nombre de la “reconciliación de los argentinos”. Estos buscan que el pueblo no tenga identidad, que baje los brazos. Durante muchos años lo lograron, aplastando impunemente a las masas desorganizadas, atacando al trabajador con un modelo económico ominoso. No se trata de venganza. Se trata de justicia, memoria, para que jamás a nadie se le ocurra volver a repetirlo, para que aquellos que perdieron su vida sean recordados. Solo saldremos adelante comprendiendo nuestra historia, no dándole la espalda.

“Con los militares estábamos mejor”. No son pocos quienes pronuncian semejantes palabras. ¿Qué hay detrás de eso? Muchos lo dicen a la ligera, no saben verdaderamente nada de lo que pasó durante esa época, no comprenden las consecuencias ideológicas, políticas, económicas y sociales que tuvo. Hablan desde su egoísmo, desde una capacidad de reflexión tristísima. Cuando esa frase sale de la boca de alguien, esa persona parece perder su humanidad. Solo un sorete puede decir eso (me quedo excesivamente corto). Pero hay alguien que instala esa frase, hay alguien que verdaderamente sabe lo que quiere decir con esas palabras, que tiene una intención muy concreta al decirla (este alguien es plural). Lamentablemente, hay una parte de la juventud que flota en la pobreza conceptual, que ha sido vaciada de pensamientos, que no puede reflexionar sobre nada profundamente, que es atemorizada a diario por los medios de comunicación (que intoxican también a sus padres) y que se cree que la solución para ese gran fantasma de la “inseguridad”, que creen que los acecha en cada esquina, es que los milicos salgan a la calle. Motivo de un debate más extenso que nos concientiza de la batalla cultural por dar.

Es en esta actualidad, en donde la política vuelve a formar parte de la vida de la sociedad, donde sectores de la juventud comienzan a tomar una postura, donde se vuelve a hablar de una militancia, donde los debates comienzan a adquirir una mayor profundidad, que tenemos que indagar a fondo a aquel momento histórico. No puede entenderse este proceso sino es como una continuación de aquello que no pudo ser, como una etapa de la misma historia. Por eso, ni una paso atrás.

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